martes, 5 de febrero de 2013

Reunión

Venga, acabemos de una vez con esto.

Iluminados por la luz de la mañana, los aventureros reanudaban la marcha adentrándose en la niebla.

La noche anterior, refugiados en la casa del tal Svenson, Jaiker y Nymeria habían descargado la tensión de hacía un rato mientras en la habitación de al lado Patrik dormía a pierna suelta.

Mas allá, en el cementerio de otro pueblo, Jaka y Dred se habían asegurado de que la niña estaba bien antes de dejar en un digno reposo a los guardias que habían dado su vida ayudándolos.

Conforme avanzaban, la niebla se volvía cada vez más espesa y sin darse cuenta habían llegado la ciudad cuando vieron los edificios recortados en la niebla. Lacan era un ciudad pequeña, sin muralla, en ese punto del crecimiento de una ciudad en el que todavía uno la tomaría como pueblo. Era una ciudad que conocían, y sin embargo se veía extraña bajo la desapacible niebla.


Cual sincronizados, ambos grupos se encontraron frente a la taberna en la que tantas veces habían estado y que habían acordado como punto de reunión. Alegres por ver a sus viejos amigos, los aventureros se saludaron con efusión y seguidamente entraron al calor de la taberna, de la cual surgía el murmullo de los comensales.

Y entonces, el silencio. Apenas habían entrado los parroquianos cesaron sus conversaciones para observarlos con asombro.
-¡Dios bendito! -gritó entonces el posadero acercándose a ellos a paso rápido- ¡Habéis venido!
A coro, los asistentes gritaron alzando sus jarras. Y entre gritos de alegria el tabernero los llevó a una cómoda mesa en la que les sirvió con profusión todo lo que le pidieron. Todo ello dejando claro que ni se molestaran en pedir precio alguno.
-Dinos entonces qué está pasando -dijo Dred.
-Veréis -comenzó mientras las camareras los servían- La ciudad está... ocupada.
-¿Qué ha sucedido? -preguntó Nymeria.
-Será mejor que habléis con el alcalde -respondió con cierto nerviosismo- Él os dirá lo que queréis saber.
-¿Y Ambrus? -preguntó Jaiker.
-¡Oh sí, Ambrus! -respondió animado- Llegó ayer a la ciudad. Seguramente estará con el alcalde, en su casa. El ayuntamiento... bueno, está ocupado.


Satisfechos, los aventureros abandonaron la taberna rumbo a la casa del Alcalde pero, tras alejarse unos metros de la taberna, un grupo de hombres armados los rodeó, varios de ellos montados.
-Vaya, vaya -dijo entre ellos un hombre vestido elegantemente- Así que estos son los alborotadores.

Y aquí acaba la primera partida. Espero que os haya gustado. En cuanto pueda me pondré con la segunda, que en teoría es más corta, pero uno se pone a escribir... A ver si tengo esta a tiempo. Más adelante, en vistas de que lo que se va a alargar, organizaré mejor las distintas partes para que los que quieran empezar desde el principio puedan aclararse.

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