jueves, 31 de enero de 2013

Resolviendo problemas

Continuemos, ¿recodáis por dónde íbamos?

-¿Eres tú el criminal al que buscan? -preguntó Patrik al hombre que yacía herido en un rincón del establo.
-No soy un criminal -respondió éste respirando entrecortadamente.
Sin que ninguno de los dos se percatase, Jaiker y Nymeria los escuchaban a escondidas tras haber seguido a Patrik. Recostado en su escondite el hombre le explicó que era un mensajero proveniente de la ciudad, la cual estaba ocupada por un pequeño ejército bajo el mando de alguien llamado Makari. Él había sido enviado para advertir al ejército imperial de lo que estaba ocurriendo en la ciudad, pero había sido interceptado y, aunque se las había arreglado para huir, se encontraba ahora herido y sin montura.
-¿Sabes que ofrecen diez monedas de oro por tu cabeza? -inquirió Nymeria apareciendo ante él.
-No me extraña, no quieren que alertemos a las autoridades.
-¿Y por qué deberíamos fiarnos de ti?
Y entonces la mirada del hombre cambió. Mirándolos más fijamente, contemplo a ambos con atención pasando su mirada de uno a otro.
-¿Patrik? ¿Nymeria?
-¿Nos conoces? -preguntó éste.
-¡Por supuesto! ¡Todos en la ciudad os conocen!
-Bien, veo que lo habéis encontrado -oyeron de repente.
Desde la calle entraban los siete hombres que hacía poco habían conocido en la taberna.

-¡Por aquí! -dijo uno de los dos guardias.
Nada más salir del edificio Dred y Jaka se habían encontrado con ellos que salían de la taberna al oír los gritos. Y, motivados por el curtido aspecto de los viajeros, se encaminaron al lugar al que los secuestradores llevaban a sus víctimas, el cementerio. Y nada más llegar la vieron. Tumbada sobre un altar reposaba la niña en lo más profundo del cementerio y, frente a ella, inclinada sobre el altar, una oscura figura cubierta por una capa raída. 
Percatándose de su presencia la calavera que resultó ser la cabeza de la criatura se geiró hacia ellos y les indicó con el índice que guardaran silencio. Mientras hacía eso dos esqueletos, rojos como la sangre, surgieron de entre la niebla para colocarse a su lado y, mientras el ser esquelético volvía a encararse hacia la niña, unos cuerpos comenzaron e emerger de sus tumbas.


De repente, la paja del establo salió volando por toda la estancia dejando a los asistentes tan sorprendidos como confundidos y, en los instantes siguientes pareció distinguirse unas alas blancas como la nieve mientras algo salía de allí dejando una ligera corriente de aire, y en otra parte del establo se oía un portazo. Cuando la paja cayó sólo quedaban Patrik y los hombres armados.
-¿Se puede saber qué ha ocurrido? -inquirió furioso el cabecilla.
A lo que Patrik respondió encogiéndose de hombros. Por unos instantes lo escrutó con la mirada.
-¿No tendrían que ir a por el criminal? -preguntó el viajero.
-Vosotros dos -dijo a dos de sus hombres antes de señalar a Patrik con un ladeo de cabeza- ¡Vamos! -gritó yéndose con el resto.
-No se que has hecho -preguntó sonriente uno de ellos- Pero te has ganado una buena.
-¿Yo? -preguntó apuntándoles con el brazo.

-¡Ah, mi tía Petunia! -gritó uno de ellos viendo los muertos alzándose de sus tumbas.
Ese ser no iba hacerle nada bueno a la niña, y los fenecidos pueblerinos no estaban por la labor de ayudar. Entonces Dred y Jaka se miraron y asintieron.
-¿En qué habéis pensado? -preguntó el otro.
En respuesta desenvainó su espada a la vez que de su macuto sacaba una pequeña figura de madera y, tras pronunciar unas palabras en una lengua desconocida mientras apuntaba con la figura a los esqueletos, una bola incandescente salió de ella directa hacia el ser. Al verla sus guardianes escarlata se plantaron en medio de la trayectoria y, tras una espectacular deflagración, sus huesos cayeron por el cementerio.
Alarmada, la criatura se encaró hacia ellos mientras un extraño brillo emanaba de ella, pero antes de que pudiera hacer nada Jaka pasó a la acción. Enarbolando el agrietado aunque todavía poderoso guantelete de su padre echó el brazo hacia atrás como si fuera a propinar un puñetazo desde donde estaba a la vez que algo comenzaba a formarse alrededor de su puño.
Y entonces los dos guardias contemplaron atónitos como el gigante rompía el aire de un puñetazos. Ante sus ojos el aire se agrietó e hizo añicos en el punto donde el brillante puño se había estrellado, y a continuación una suerte de onda atravesó el cementerio hasta estrellarse contra el ser. Tal fue la potencia del impacto que la criatura estalló en pedazos después de emitir un ensordecedor chillido.
-¡Bien, lo habéis destruido! -gritó con júbilo uno de ellos.
Pero, ante ellos, las energías que se habían estado congregando alrededor del ser se derramaron a lo largo del cementerio y más difuntos comenzaron a emerger de sus tumbas.
-Lo que faltaba -sentenció Dred.

Y con esto lo dejamos para mañana. Espero dejar esto acabado antes de la siguiente partida, que si no se me acumulará faena.

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